La piscicultura NO es respetuosa del ecosistema del Lago de Tota
Y tampoco sale bien librada ambientalmente.
A propósito de una publicación realizada por la Federación Colombiana de Acuicultores, FEDEACUA (enero-febrero, 2025; Revista ACUICULTORES No. 20), relacionada con el fallo judicial administrativo de una Acción Popular interpuesta por la Fundación Montecito en contra de la piscicultura de trucha en jaulas del Lago de Tota (ver expediente), al revisar los escritos contenidos sobre el tema en dicha revista, se percibe que, claramente, hay un objetivo de ocultar el sol con las manos.
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| Piscicultura de trucha en el Lago de Tota. Foto fuente: El Espectador (2012) |
Y el sol no se oculta con las manos. Tal vez logran "ocultarlo" para ellos, tapando sus ojos, negándose a ver y entender (nada peor al entendimiento que aquellos deliberadamente negacionistas, y de esto hay ejemplos por todo el mundo, los que insisten en que la Tierra es plana, que el cambio climático no existe, etcétera; ni modos, esto escapa del control), y en la diversidad humana podemos aceptar con resignación que eso sucede, hay personas y grupos así, con sus propios intereses y motivaciones. Cada loco en lo suyo, ya está. Vayamos al análisis.
Dedicamos este blog a mostrar lo que esos textos de la revista se niegan a ver, o interpretan de forma amañada, equivocada y alejada de la realidad, evidentemente en busca de matizar el tema y plantearlo favorable a sus intereses. Me enfocaré en los títulares y frases centrales.
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| Revista Acuicultores #20 |
Lo único positivo desde la perspectiva de los piscicultores, como producto de la sentencia administrativa (confirmada en segunda instancia por el Consejo de Estado, con una variación de forma) es que, se les permitió continuar en el lago—bajo una serie de condiciones. Es decir, la justicia optó por evitar su salida del cuerpo de agua (como se pedía en la demanda), y lo decidió así esencialmente porque las evidencias del daño fueron consideradas como sujeto de manejo.
No obstante, analicemos el contexto, veamos si esto tiene algo ambientalmente positivo al ecosistema, o por el contrario se trate de una perversa puesta en escena:
El daño. El daño causado al ecosistema Lago de Tota por cuenta de sus diversas fuentes de impacto (piscicultura incluida) es altamente preocupante. Y se probó que este ecosistema ya muestra indicadores de estar en un estado "mesotrófico" (es decir, hay evidencias en el expediente que las cargas de nutrientes en el agua son notorias)—análisis posteriores independientes, de próxima publicación, ya muestran advertencias de zonas con estado "eutrófico"—. Pruebas que fueron posibles gracias al estudio ordenado por el Tribunal, no obstante haber sido apenas un estudio puntual y con la firma de entidades públicas involucradas como sujeto pasivo en la demanda—no un monitoreo neutral e independiente de larga data.
Es decir, esa prueba ayudó, aún y pese a que nuestro Lago de Tota ha sido altamente huérfano de monitoreos y estudios estrictos llevados a cabo por fuentes neutrales y de plena confianza*. Lo que es cierto y no se logró determinar es, en qué porcentaje y gravedad ha incidido la piscicultura, pero ojo: esto de ninguna manera los libra de responsabilidad ni conduce a esos titulares grandilocuentes y frases triunfalistas que plantea la revista. Creer que, porque no se estableció la magnitud del impacto de la piscicultura, esto signifique "salir bien librados" o "quedar bien parados", es poco menos que pérfido, como si la falta de precisión y consecuencias conduzca a reinterpretar los hechos o su significado.
*Un estudio limnológico integral realmente estricto y realizado al Lago de Tota nada menos que por uno de los más prestigiosos limnólogos del mundo, Dr. Richard Vollenweider (en 1983 - ver aquí), recomendó "rechazar" esa actividad piscícola industrial de jaulas en el Lago de Tota, por consideraciones ecológicas éticas, de quien conoce y tiene la autoridad para decirlo: las consecuencias del impacto ecológico acumulado advertido en el lago serán perceptibles mucho tiempo después, cuando ya sea tarde, cuando sea incurable (esencialmente como el cáncer, lo advertía Vollenweider). Ética que debió constituirse en algo demasiado fuerte para la comprensión y la sensibilidad de un país que, ni entonces (1983) ni ahora, ha querido escuchar: y la sentencia aquella, tampoco lo hizo.
Este mismo estudio de Vollenweider (INFORME SOBRE EL LAGO DE TOTA, 1983) recriminó a quienes planteaban y pretendían sustentar un estudio de capacidad de carga para el cultivo de trucha en jaulas para el Lago de Tota (cuando se pensaba elevar la producción a 160 Ton/año—hoy se producen cerca de 2.200 Ton/año), no solamente por falencias técnicas de lo planteado, sino por la indelicadeza que significaba insistir en ponerle una carga de impacto a un lago alto-Andino como Tota y que, esencialmente, debía rechazarse, en cualquier monto y bajo cualquier pretexto. Aún así, años después (2012), aquellos "recriminados" por el experto mundial, se presentaron como respaldo a contratistas para insistir y redactar un documento "Directrices para el ordenamiento pesquero y acuícola del lago de Tota (Boyacá)" de la piscicultura para el Lago de Tota (invisibilizando el rechazo advertido por Vollenweider), que la justicia ahora, en su sentencia (2025), adopta como faro para ordenar que se realice un Plan de Ordenamiento Pesquero y Acuícola (POPA) en nuestro lago.
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| Revista Acuicultores #20 |
Los pañales. Los colectores ordenados para ser instalados bajo las jaulas (a partir de una resolución de Corpoboyacá en 2017/18) fueron resultado de la presión impuesta por el proceso judicial citado, y no por súbitas muestras de compromiso ambiental de las entidades públicas o de los productores—de no ser por el proceso judicial, la autoridad ambiental y la piscicultura seguirían creyendo que los vertimientos desde jaulones (heces y alimento no injerido) no existen ni impactan.
No fue por voluntad ni generosidad de los piscicultores, menos aún por su conciencia ambiental. Fueron impuestos por la autoridad ambiental (Corpoboyacá), y esta actuó así bajo presión, pues tampoco fue una medida voluntaria o resultado de moralidad administrativa de sus directivas—el funcionario responsable, fue testigo de primera mano de las advertencias de impacto y gravedad, como acompañante de excepción durante la visita y estudios de Vollenweider (1983), pero a renglón seguido resultó ser uno más que desoyó la ciencia y años después, él mismo, fue piscicultor en el Lago de Tota y asesor de piscicultores para instalarse en este lago (olvidando el señalamiento de rechazo para dicha actividad).
Por si lo anterior no fuera ya suficientemente perverso (que un funcionario testigo de advertencias científicas para rechazar dicha actividad, fuera quien dos décadas después más promovió su existencia en el lago, y terminara forzado a ordenar la puesta de colectores por la presión del proceso judicial), hay algo peor en esto: de poco y nada sirven los famosos colectores (pañales), porque la medida impuesta ha resbalado el control real de las autoridades, que "creen sin ver", pues las medidas ambientales impuestas son incumplidas constantemente por al menos una parte del sector. Medidas inútiles que, no obstante, la justicia determinó valorar y pretende que haya ahora mejor control sobre ello. Está por verse.
La piscicultura de trucha en jaulas (jaulones) no debería existir en el Lago de Tota. Por lo dicho ya: un experto global recomendó rechazarla, con argumentos científicos claros de advertencia, en-tratándose de un humedal lacustre alto-Andino cuyo uso prioritario del agua es para consumo humano de una vasta población (cerca de 400.000 personas derivan su agua de consumo humano, de este lago que sufre impactos contaminantes diversos, exponiendo constantemente la salud de esta población a efectos en mora de estudio). Muy desafortunadamente, este valioso informe de Vollenweider algunos lo conocimos tarde (nuestro caso, 2013), cuando ya muchos andábamos inmersos en un encadenamiento de errores y faltas de comprensión. Fue tarde ya para haber enfocado mejor el proceso judicial, aún así lo obtenido no es cosa menor: el control se ha elevado, y se busca impedir más deslices.
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| Revista Acuicultores #20 |
Pero no nos llamemos a engaño: ser resiliente es una condición elástica que no equivale a resistir indefinidamente o sin daño: es un lago que ya transita por un estado "mesotrófico", y se encamina a empeorar, tal y como se encuentra gestionado. Y esto es y ha sido, en parte, consecuencia de la piscicultura, que completa en el Lago de Tota cerca de 4 décadas (y solo desde 2018 se han visto forzados a implementar medidas de control).
Si la piscicultura quiere ganarse el respeto del ecosistema y salir bien librada ambientalmente, como pregona erradamente la revista, anuncien su retirada voluntaria del lago, y asuman responsabilidad restaurativa por el pasivo ambiental generado. Mientras esto no suceda, hablar de respeto es una perversa falacia.
Felipe Andrés Velasco
Fundación Montecito
26.11.2025




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